
En la entrada de aquel parque infantil, emulando el frontispicio de la Academia platónica, figuraba la inscripción: "Nadie entre aquí sin saber Física Avanzada". Los niños se quedaban mirando sus columpios hipercúbicos sin saber qué hacer. En cambio los que se las daban de ser unos einstein avanzados (sus madres se miraban complacidas diciendo "ya verás como mi pitagorín en potencia lo resuelve") acababan siendo transmutados, en el acto, a subrealidades hiperfísicas antimatéricas.
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